Lucas, ya no quiero huir.

 Hola, ¿conoces el chiste de la letra "o"? Besos, cambio de lugar, acompáñame. Risas y más besos. Gracias, Brenda. Nos vemos luego. Llego a casa y enciendo la televisión. "Hola, ¿sabes el chiste de la 'o'?" Besos, cambio de lugar, acompáñame. Risas y más besos. Gracias, Karla. Nos vemos luego. Llego a casa y me pongo a hacer tiktoks. "Hola, ¿sabes el chiste de la 'o'?" Besos, cambio de lugar, acompáñame. Risas y más besos. Gracias, Sabrina. Nos vemos luego. Llego a casa y pido comida a domicilio. Limpio la casa, me acuesto y miro al techo. Dios, qué cliché, como si fuera un adolescente. De repente, llega un mensaje de Sandra. Hoy no importa. Arrojo mi teléfono a unos centímetros de la cama. No llego a alcanzarlo, sigue vibrando. Me duermo, mañana hay que trabajar.

Despierto, no sé qué hora es, todavía está oscuro. Abrazo la almohada. Podría haber alguien aquí. Podría no estar en mi cama, sino en otra. Cierra los ojos, Alex, cierra los ojos. Despierto de nuevo, todavía no ha amanecido, y ahí estás tú, con tu vestido amarillo y tu sonrisa. Me miras y acaricias mi cabello. Te acuestas a mi lado y nos acurrucamos. Despierto otra vez, tomo el celular y veo mensajes y llamadas perdidas. Es hora de levantarme, dejo el celular en la misma esquina del piso alfombrado y salgo.

Me encuentro en medio de un campo de cebollas. Camino y abro la puerta. "Pasa, Alex", me dice Lucas. Gracias, Lucas. Gracias. Me siento y me sirve un vaso de agua. Son gestos automáticos. Bebo un sorbo y la saliva espesa se atasca en mi garganta. Bebo otro sorbo y la garganta se libera. Ya es de noche, tardaste en llegar. El autobús tardaba y no pensé que una caminata de 20 minutos se convirtiera en 40. Es la ciudad, uno no se acostumbra a caminar sobre tierra. Pisas demasiado fuerte y te hundes. Duérmete, la cama está lista, ya es tarde, tardaste mucho en llegar.

Despierto y no estás con tu vestido amarillo. Se quedó en la otra casa. Despierto con el aroma del café. Hoy no voy a trabajar. Voy a pasar el día contigo, ya le avisé a mi vecino que traiga a un jornalero. Me sirve la taza y me da una cobija. Mi ropa se siente como papel en este clima, a esta altitud. Tenemos una conversación casual sobre trabajo y hogar. Recordamos los años pasados. Anécdotas viejas. Dejo la taza en la mesa. "¿Por qué viniste en realidad? ¿Cuál era la urgencia?" me pregunta. Lo miro y respondo: "No hay una urgencia, simplemente no quería estar allí, en casa, en el trabajo, en la cama, en el bar." Simplemente quería no estar. Huyo de mí mismo, maldito cliché adolescente. "¿Quién es María, Alex?", pregunta. "Dijiste su nombre mientras dormías." ¿Quién es María, Alex? Es la dama del vestido amarillo que se acuesta conmigo mientras duermo y despierto una y otra vez. ¿Quién es María? "No puedo creer que haya hablado dormido, Lucas." Él se sirve otro café y se levanta. "Miremos los campos un rato antes de que el sol arrecie". Saca las sillas y me sienta. Luego saca la mesa y me presta un sombrero. Me falta un cactus y una botella de barro. Sentimos el aire en un breve silencio. "¿Por qué dejaste el ejército, Lucas?" pregunto. "No soportaba los cambios constantes de lugar. Quiero tener una familia y estar en un solo sitio. Estar allí para ellos", responde. Lo miro y nuestra mirada se encuentra. Hay una sonrisa. Terminamos las tazas. Termina el día, la semana, el mes, entre repeticiones. Esta cobija, este café, las preguntas, las respuestas, este aire, empiezan a pesarme.

Estamos afuera, mirando las estrellas. Ahora es una cerveza, ahora es un café, ahora es una copa de vino. Le cuento sobre Brenda, Karla, Sabrina. Él me cuenta sobre las misiones, los hoteles o el campo. Sobre los enfrentamientos y las labores. Se voltea y me besa. Yo le respondo. Entramos a la casa y continúan los besos. Entramos a la casa y estamos en casa. Entramos a la casa. La cobija cubre mi cuerpo, sus besos cubren mi cuerpo. Mis besos se desvanecen. Karla se convierte en Miguel. Brenda en Brandon. Tú eres María. Te veo con tu camisa amarilla cuando aún estábamos juntos. Lucas, ya no quiero huir.

 

 

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